Otro aspecto importante es ser ágiles. Y eso pasa por guiar las inversiones a conectar el mundo de los trabajadores con el departamento de IT, con el objetivo de reducir el número de incidencias y peticiones. ¿Por qué? Para ir un paso más allá no solo en el mercado, sino también en la empresa. De ahí que se establezcan los mecanismos necesarios para que los empleados puedan llevar a cabo sus tareas con la menor incidencia posible. La cuestión es ¿qué pasa cuando una nueva aplicación llega a la organización?

Para muchos empieza un proceso de tensión. No se sienten cómodos. Es momento de estar ahí para ayudarles en todo lo que necesitan. Es clave reducir el tiempo que invierten en investigar cómo funciona lo que se supone que les va a hacer la vida más sencilla. Y es que, según un estudio de McKinsey, los empleados gastan de media el 28% de la semana laboral leyendo y respondiendo correos electrónicos, es decir, 2,6 horas para hacer frente a 120 mensajes recibidos por día.

Es verdad que los trabajadores más jóvenes enfocan el aprendizaje como una perspectiva continua, no como un evento único. Saben que su trayectoria va unida a la necesidad de un crecimiento continuo. Por este motivo, si desde las organizaciones se comprometen con esa visión de aprendizaje permanente, el compromiso aumentará, lo que redundará en productividad. Involucrar a los trabajadores con la tecnología es básico para avanzar.